Una de las
muchas características de las Pandillas juveniles es la Música Rock.
Decimos de
las muchas, porque hay unas muy conocidas como: Las drogas, la vagancia, el
alcohol, la marihuana, la pornografía y el robo, el satanismo, la violencia,
entre otras.
Todos esos jóvenes miembros de pandillas juveniles y
practicantes de ritos satánicos provocan trágicos incidentes, producto de esos
ritos en conjunto con la música rock, el alcohol y las drogas.
Dave Hart,
un investigador social que era especialista en la música rock, explicó que hay
tres tipos de esta música. «Primero —dijo Hart— está la música rock
“recreativa”, que pone a los jóvenes a bailar y a menearse. Segundo, está la
música metálica rock “violenta”, que hace que los jóvenes se arrojen del escenario,
salten por encima de las gradas o se amontonen unos sobre otros. La tercera, y
más terrible, es la música metálica rock que los muchachos llaman “negra”, es
decir, “satánica”. Esa es la que los lleva a la violencia y al suicidio.»
Esta música
rock, combinada con ritos extraños en los que se adora al diablo, es una de las
amenazas más serias a la juventud moderna. Pocas cosas trastornan con tanta
fuerza y con tanta rapidez a nuestros incautos adolescentes.
¿Por qué
será que a nuestros jóvenes los atrae tanto lo que provoca violencia? Lo que
produce la paz no les interesa. Lo que calma el espíritu no tiene atracción. Se
necesita gritar y brincar y destruir y matar. Si no es así, no se ha gozado.
Algo anda
mal. Un comportamiento así no es, no puede ser, el resultado de lo juicioso, de
lo equilibrado, de lo pacífico. El mero hecho de desear la violencia debe
hacernos dudar de nuestro juicio. ¿Qué nos está pasando?
Lo que nos
pasa es que hemos abandonado los principios morales de nuestro Creador, y el
resultado siempre será el caos y la destrucción. Regresemos a Dios. Busquemos
su divina gracia. Llenémonos de Él. Él nos dará su paz.
Filipenses,
4: 7, 8, 9.
4:7 Y la paz
de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
4:8 Por lo
demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo
lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna,
si algo digno de alabanza, en esto pensad.
4:9 Lo que
aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de
paz estará con vosotros.
Padres:
Oremos mucho por nuestros hijos, acerquémonos mucho a ellos, conozcamos sus
amistades, invitémosles a la Iglesia. Amémosles mucho. Si Dios quiere lo mejor
para ellos, ¿cómo no tener nosotros el mismo sentir?.
PROMESA:
ORAR POR NUESTROS HIJOS.
Lo mejor que
un padre puede hacer es orar.
Mientras
maneja hacia su trabajo, camina de un lado a otro, hace quehaceres... hable
mucho con Dios sobre sus hijos.
Escuche su consejo.
¡El cambio en su hijo y en su relación con él será notable, hasta milagroso.
Señor,
ilumina la mente de nuestros hijos para que conozcan el camino que tú has
querido para ellos, para que te puedan dar gloria y alcancen la salvación. Sostenlos
con tu fuerza, para que alienten en su vida los ideales de tu Reino. Ayúdanos a
poderlos guiar en tu camino y enseñarles que tú estás con ellos sin importar
que hagan o digan. Tú los amas. Amén.
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