viernes, 30 de diciembre de 2011
sábado, 17 de diciembre de 2011
EL AMOR AL DINERO
EL PESO INSOPORTABLE DEL DINERO
Salvador García trabajaba de cargador para una compañía de transportes en Madrid, España. Su oficio consistía en descargar los camiones y almacenar la mercancía en grandes bodegas. Con eso tenía para el sustento de su familia.
Esa mañana Salvador comenzó temprano su trabajo. Pero era un cargamento descomunal. Se trataba de cajas llenas de monedas. Lamentablemente, por un mal movimiento, se le vino encima una pila de éstas. El hombre maniobró para esquivarla, pero no con suficiente rapidez para librarlo del golpe. Por lo pequeño y flaco que era, Salvador no soportó el peso de tantas monedas encima, en total 410 kilos.
El que a un hombre lo aplaste el peso del dinero no es nada fuera de lo común. Al contrario, es algo que sucede todos los días. Lo extraordinario del caso es que lo que aplastó al hombre fue el peso físico del dinero y no el peso mental. ¿Por qué será que hay tanta gente que muere bajo el peso de la obsesión con el dinero?
«¡Dinero, dinero! —exclamó Eca de Queiroz, escritor portugués—. ¿Qué no hacen los hombres por el dinero? ¡De todo! Aun vender su alma inmortal.»
El apóstol Pablo, en una carta a su discípulo Timoteo, le dice: «Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores» (1 Timoteo 6:10). Es interesante notar cómo el apóstol describe el peligro del dinero: el amarlo «es la raíz de toda clase de males».
¿Qué es el amor al dinero? Es la pasión obsesionante y enfermiza de querer más y más, de nunca tener lo suficiente. A algunos la obsesión los hace ahorrar y ahorrar sin saber ni para qué. A otros la obsesión los hace gastar y gastar, y de lo que obtienen nunca hay fin. El dinero que en forma desmedida obtenemos, y todo lo que conseguimos que va más allá de nuestras necesidades, nunca bastarán para satisfacer nuestra avaricia. Si sólo anhelamos lo material, viviremos ansiosos toda la vida.
De los labios de Roger Bacon, monje inglés de la edad media, salieron las siguientes palabras, que son oro: «El dinero es como el estiércol. Amontonado, apesta, pero desparramado por el mundo, fertiliza.»
Sólo cuando Jesucristo es nuestro Señor podemos ser libres de la pasión por el dinero y del peso mortal de la avaricia. Porque Cristo nos da el equilibrio necesario para saber usar el dinero, sin dejarnos dominar por él.
Salvador García trabajaba de cargador para una compañía de transportes en Madrid, España. Su oficio consistía en descargar los camiones y almacenar la mercancía en grandes bodegas. Con eso tenía para el sustento de su familia.
Esa mañana Salvador comenzó temprano su trabajo. Pero era un cargamento descomunal. Se trataba de cajas llenas de monedas. Lamentablemente, por un mal movimiento, se le vino encima una pila de éstas. El hombre maniobró para esquivarla, pero no con suficiente rapidez para librarlo del golpe. Por lo pequeño y flaco que era, Salvador no soportó el peso de tantas monedas encima, en total 410 kilos.
El que a un hombre lo aplaste el peso del dinero no es nada fuera de lo común. Al contrario, es algo que sucede todos los días. Lo extraordinario del caso es que lo que aplastó al hombre fue el peso físico del dinero y no el peso mental. ¿Por qué será que hay tanta gente que muere bajo el peso de la obsesión con el dinero?
«¡Dinero, dinero! —exclamó Eca de Queiroz, escritor portugués—. ¿Qué no hacen los hombres por el dinero? ¡De todo! Aun vender su alma inmortal.»
El apóstol Pablo, en una carta a su discípulo Timoteo, le dice: «Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores» (1 Timoteo 6:10). Es interesante notar cómo el apóstol describe el peligro del dinero: el amarlo «es la raíz de toda clase de males».
¿Qué es el amor al dinero? Es la pasión obsesionante y enfermiza de querer más y más, de nunca tener lo suficiente. A algunos la obsesión los hace ahorrar y ahorrar sin saber ni para qué. A otros la obsesión los hace gastar y gastar, y de lo que obtienen nunca hay fin. El dinero que en forma desmedida obtenemos, y todo lo que conseguimos que va más allá de nuestras necesidades, nunca bastarán para satisfacer nuestra avaricia. Si sólo anhelamos lo material, viviremos ansiosos toda la vida.
De los labios de Roger Bacon, monje inglés de la edad media, salieron las siguientes palabras, que son oro: «El dinero es como el estiércol. Amontonado, apesta, pero desparramado por el mundo, fertiliza.»
Sólo cuando Jesucristo es nuestro Señor podemos ser libres de la pasión por el dinero y del peso mortal de la avaricia. Porque Cristo nos da el equilibrio necesario para saber usar el dinero, sin dejarnos dominar por él.
martes, 22 de noviembre de 2011
JUVENTUD DIVINO TESORO: LAS INFLUENCIAS MALIGNAS SON UNA AMENAZA
El muchacho casi no podía hablar. Tenía la mandíbula dislocada, un brazo quebrado y la lengua casi partida en dos. En esa condición llamó a una casa, y como pudo dijo: «Allí abajo está mi amigo, Evan Rivera. Sálvenlo.»
Tanto Rodel Panis, de dieciséis años de edad, como Evan Rivera, de dieciocho, habían caído por un risco de 65 metros. ¿Qué había pasado? Otro joven, David Salanoa, los había obligado a saltar, poniéndoles un cuchillo a la garganta.
Todo fue una locura juvenil. Para vengar el suicidio de un hermano suyo, David Salanoa obligó a saltar del risco a sus dos compañeros. David, endrogado, los acusaba de ser responsables de la muerte de su hermano.
Cuando la policía realizó las investigaciones de rigor, halló la trama del caso. Todos esos jóvenes eran miembros de pandillas juveniles y practicantes de ritos satánicos. El trágico incidente fue producto de esos ritos en conjunto con la música rock, el alcohol y las drogas.
Dave Hart, un investigador social que era especialista en la música rock, explicó que hay tres tipos de esta música. «Primero —dijo Hart— está la música rock “recreativa”, que pone a los jóvenes a bailar y a menearse. Segundo, está la música metálica rock “violenta”, que hace que los jóvenes se arrojen del escenario, salten por encima de las gradas o se amontonen unos sobre otros. La tercera, y más terrible, es la música metálica rock que los muchachos llaman “negra”, es decir, “satánica”. Esa es la que los lleva a la violencia y al suicidio.»
Esta música rock, combinada con ritos extraños en los que se adora al diablo, es una de las amenazas más serias a la juventud moderna. Pocas cosas trastornan con tanta fuerza y con tanta rapidez a nuestros incautos adolescentes.
¿Por qué será que a nuestros jóvenes los atrae tanto lo que provoca violencia? Lo que produce la paz no les interesa. Lo que calma el espíritu no tiene atracción. Se necesita gritar y brincar y destruir y matar. Si no es así, no se ha gozado.
Algo anda mal. Un comportamiento así no es, no puede ser, el resultado de lo juicioso, de lo equilibrado, de lo pacífico. El mero hecho de desear la violencia debe hacernos dudar de nuestro juicio. ¿Qué nos está pasando?
Lo que nos pasa es que hemos abandonado los principios morales de nuestro Creador, y el resultado siempre será el caos y la destrucción. Regresemos a Dios. Busquemos su divina gracia. Llenémosnos de Él. Él nos dará su paz.
Tanto Rodel Panis, de dieciséis años de edad, como Evan Rivera, de dieciocho, habían caído por un risco de 65 metros. ¿Qué había pasado? Otro joven, David Salanoa, los había obligado a saltar, poniéndoles un cuchillo a la garganta.
Todo fue una locura juvenil. Para vengar el suicidio de un hermano suyo, David Salanoa obligó a saltar del risco a sus dos compañeros. David, endrogado, los acusaba de ser responsables de la muerte de su hermano.
Cuando la policía realizó las investigaciones de rigor, halló la trama del caso. Todos esos jóvenes eran miembros de pandillas juveniles y practicantes de ritos satánicos. El trágico incidente fue producto de esos ritos en conjunto con la música rock, el alcohol y las drogas.
Dave Hart, un investigador social que era especialista en la música rock, explicó que hay tres tipos de esta música. «Primero —dijo Hart— está la música rock “recreativa”, que pone a los jóvenes a bailar y a menearse. Segundo, está la música metálica rock “violenta”, que hace que los jóvenes se arrojen del escenario, salten por encima de las gradas o se amontonen unos sobre otros. La tercera, y más terrible, es la música metálica rock que los muchachos llaman “negra”, es decir, “satánica”. Esa es la que los lleva a la violencia y al suicidio.»
Esta música rock, combinada con ritos extraños en los que se adora al diablo, es una de las amenazas más serias a la juventud moderna. Pocas cosas trastornan con tanta fuerza y con tanta rapidez a nuestros incautos adolescentes.
¿Por qué será que a nuestros jóvenes los atrae tanto lo que provoca violencia? Lo que produce la paz no les interesa. Lo que calma el espíritu no tiene atracción. Se necesita gritar y brincar y destruir y matar. Si no es así, no se ha gozado.
Algo anda mal. Un comportamiento así no es, no puede ser, el resultado de lo juicioso, de lo equilibrado, de lo pacífico. El mero hecho de desear la violencia debe hacernos dudar de nuestro juicio. ¿Qué nos está pasando?
Lo que nos pasa es que hemos abandonado los principios morales de nuestro Creador, y el resultado siempre será el caos y la destrucción. Regresemos a Dios. Busquemos su divina gracia. Llenémosnos de Él. Él nos dará su paz.
miércoles, 16 de noviembre de 2011
«¡FÍJATE EN LA HORMIGA!»
El desierto ardía como horno encendido. El sol llameante calcinaba la tierra, y fuertes vientos levantaban olas de arena que ennegrecían el cielo.
En medio del calor una caravana, que cruzaba el Sahara, se vio de pronto rodeada de negras nubes y debió buscar refugio donde lo hubiera. Pasado el simún, la caravana, larga y abatida, miró atentamente al cielo, y con paso firme regresó al rumbo que había perdido.
No eran personas ni eran camellos. Eran hormigas. Hormigas que con sólo mirar a las estrellas sabían cómo encontrar su ruta.
Las hormigas del Sahara tienen un maravilloso instinto de dirección. Si se desvían, con sólo mirar las estrellas vuelven a encontrar su rumbo.
El Dr. Rudiger Wehner, de la Universidad de Zurich, Suiza, lo explicó así: «Esta hormiga, al levantar su mirada a las estrellas, puede ver patrones de luz polarizada. Eso le basta para conducirse a través de la larga travesía.»
La Biblia también habla acerca de la hormiga. En el libro de los Proverbios dice: «¡Fíjate en la hormiga! ¡Fíjate en lo que hace, y adquiere sabiduría» (Proverbios 6:6). La hormiga sabe, por instinto, interpretar las señales de los cielos. Sabe dirigirse a través de vastos desiertos sin perder la dirección. Labora todos los días de su vida y siempre está a la expectativa de algo nuevo. Nunca deja de actuar, nunca deja de trabajar, nunca deja de producir, pase lo que pase.
¿Qué le da ese ánimo? ¿Cómo es que nunca se da por vencida? La respuesta es una lección para todos nosotros. La hormiga se sujeta a leyes. En el caso de la hormiga, esas leyes forman parte de su instinto natural, y sin embargo son leyes. Ahí, precisamente, está la lección.
Muchos en este mundo, incluso algunos llamados sabios, no saben que el verdadero triunfo en la vida, incluyendo el dominio propio, consiste en vivir dentro de los parámetros de las leyes morales de Dios.
Todos los problemas personales y colectivos del ser humano vienen por no reconocer y someterse a los mandamientos morales y espirituales de Dios. Cuando ignora las leyes divinas, se encuentra sin brújula en medio de un desierto de confusiones. Es entonces que se da a las drogas, al alcohol y a la vida desenfrenada, y termina al fin deseando suicidarse.
Regresemos al consejo del proverbista: «¡Fíjate en la hormiga! ¡Fíjate en lo que hace, y adquiere sabiduría.»
-Prov 6:6-11
6 Ve a la hormiga, oh perezoso, Mira sus caminos, y sé sabio; 7 La cual no teniendo capitán, Ni gobernador, ni señor, 8 Prepara en el verano su comida, Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento. 9 Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? 10 Un poco de sueño, un poco de dormitar, Y cruzar por un poco las manos para reposo; 11 Así vendrá tu necesidad como caminante, Y tu pobreza como hombre armado.
En medio del calor una caravana, que cruzaba el Sahara, se vio de pronto rodeada de negras nubes y debió buscar refugio donde lo hubiera. Pasado el simún, la caravana, larga y abatida, miró atentamente al cielo, y con paso firme regresó al rumbo que había perdido.
No eran personas ni eran camellos. Eran hormigas. Hormigas que con sólo mirar a las estrellas sabían cómo encontrar su ruta.
Las hormigas del Sahara tienen un maravilloso instinto de dirección. Si se desvían, con sólo mirar las estrellas vuelven a encontrar su rumbo.
El Dr. Rudiger Wehner, de la Universidad de Zurich, Suiza, lo explicó así: «Esta hormiga, al levantar su mirada a las estrellas, puede ver patrones de luz polarizada. Eso le basta para conducirse a través de la larga travesía.»
La Biblia también habla acerca de la hormiga. En el libro de los Proverbios dice: «¡Fíjate en la hormiga! ¡Fíjate en lo que hace, y adquiere sabiduría» (Proverbios 6:6). La hormiga sabe, por instinto, interpretar las señales de los cielos. Sabe dirigirse a través de vastos desiertos sin perder la dirección. Labora todos los días de su vida y siempre está a la expectativa de algo nuevo. Nunca deja de actuar, nunca deja de trabajar, nunca deja de producir, pase lo que pase.
¿Qué le da ese ánimo? ¿Cómo es que nunca se da por vencida? La respuesta es una lección para todos nosotros. La hormiga se sujeta a leyes. En el caso de la hormiga, esas leyes forman parte de su instinto natural, y sin embargo son leyes. Ahí, precisamente, está la lección.
Muchos en este mundo, incluso algunos llamados sabios, no saben que el verdadero triunfo en la vida, incluyendo el dominio propio, consiste en vivir dentro de los parámetros de las leyes morales de Dios.
Todos los problemas personales y colectivos del ser humano vienen por no reconocer y someterse a los mandamientos morales y espirituales de Dios. Cuando ignora las leyes divinas, se encuentra sin brújula en medio de un desierto de confusiones. Es entonces que se da a las drogas, al alcohol y a la vida desenfrenada, y termina al fin deseando suicidarse.
Regresemos al consejo del proverbista: «¡Fíjate en la hormiga! ¡Fíjate en lo que hace, y adquiere sabiduría.»
-Prov 6:6-11
6 Ve a la hormiga, oh perezoso, Mira sus caminos, y sé sabio; 7 La cual no teniendo capitán, Ni gobernador, ni señor, 8 Prepara en el verano su comida, Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento. 9 Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? 10 Un poco de sueño, un poco de dormitar, Y cruzar por un poco las manos para reposo; 11 Así vendrá tu necesidad como caminante, Y tu pobreza como hombre armado.
miércoles, 2 de noviembre de 2011
UN FINAL TRAGICO:«NO DEBO DESOBEDECER A MI MAESTRA»
Con mala ortografía y torpe letra el chico comenzó a escribir. Evidentemente el muchacho era rebelde e indisciplinado. Como castigo, la maestra le había asignado una tarea especial. Debía escribir, 300 veces, la frase: «No debo desobedecer a mi maestra.»
Se trataba de Jorge Licea, de origen mexicano. Estaba asistiendo a una escuela pública en la ciudad de Los Ángeles, California. Jorge escribió, y escribió, hasta el fin de la clase. Al día siguiente Jorge llegó temprano a la escuela, pero no se juntó con sus amigos. Estaba como confundido y melancólico.
Quieto y sombrío, se detuvo en la puerta de su aula y comenzó a llorar. Luego, ante el espanto de sus compañeros, sacó de su bolsillo un revólver, se lo puso a la sien y apretó el gatillo. Jorge Licea tenía diez años de edad.
Este caso conmovió a la gran ciudad. Terminada la investigación, se halló que la causa de la tragedia no era la tarea que la maestra le había dado. El castigo sólo hizo estallar una causa que era mucho más profunda que una simple tarea.
La causa, que procedía de la vida del muchacho, tenía que ver con su hogar. Allí estaba evidenciada la fórmula de siempre: pobreza, violencia, drogas, alcohol y maltrato. El niño vivía en un infierno. Con apenas diez años de edad, ya había aguantado todo lo que un ser humano es capaz de aguantar. Y como no vio salida alguna, optó por quitarse la vida.
Así es la vida de muchos niños y niñas en este mundo perdido y desviado en que vivimos. Quizá usted, mi querido joven, se encuentra en una situación parecida. Quizá la vida suya también sea un infierno. ¿Será eso todo lo que este mundo ofrece? La respuesta, positiva y categórica, es: «¡No!»
En cierta ocasión Jesucristo dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos» (Lucas 18:16). Cristo, el autor de la vida, tiene una compasión muy especial por todos los que sufren injustamente.
Permítanme una palabra a ustedes, padres. ¿Será el ambiente de su hogar uno que podría dar lugar a la confusión y al deterioro moral de sus hijos? Su hogar es el único albergue que ellos tienen, y la vida presente y futura de ellos será una copia exacta de lo que es el hogar suyo.
Invitemos a Cristo, queridos padres, a ser el Señor de nuestro hogar. Cuando él reina en el hogar, hay serenidad y madurez y juicio y paz. Sólo Cristo produce cordura y armonía. Él quiere salvar nuestro hogar. Permitámosle entrar.
Se trataba de Jorge Licea, de origen mexicano. Estaba asistiendo a una escuela pública en la ciudad de Los Ángeles, California. Jorge escribió, y escribió, hasta el fin de la clase. Al día siguiente Jorge llegó temprano a la escuela, pero no se juntó con sus amigos. Estaba como confundido y melancólico.
Quieto y sombrío, se detuvo en la puerta de su aula y comenzó a llorar. Luego, ante el espanto de sus compañeros, sacó de su bolsillo un revólver, se lo puso a la sien y apretó el gatillo. Jorge Licea tenía diez años de edad.
Este caso conmovió a la gran ciudad. Terminada la investigación, se halló que la causa de la tragedia no era la tarea que la maestra le había dado. El castigo sólo hizo estallar una causa que era mucho más profunda que una simple tarea.
La causa, que procedía de la vida del muchacho, tenía que ver con su hogar. Allí estaba evidenciada la fórmula de siempre: pobreza, violencia, drogas, alcohol y maltrato. El niño vivía en un infierno. Con apenas diez años de edad, ya había aguantado todo lo que un ser humano es capaz de aguantar. Y como no vio salida alguna, optó por quitarse la vida.
Así es la vida de muchos niños y niñas en este mundo perdido y desviado en que vivimos. Quizá usted, mi querido joven, se encuentra en una situación parecida. Quizá la vida suya también sea un infierno. ¿Será eso todo lo que este mundo ofrece? La respuesta, positiva y categórica, es: «¡No!»
En cierta ocasión Jesucristo dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos» (Lucas 18:16). Cristo, el autor de la vida, tiene una compasión muy especial por todos los que sufren injustamente.
Permítanme una palabra a ustedes, padres. ¿Será el ambiente de su hogar uno que podría dar lugar a la confusión y al deterioro moral de sus hijos? Su hogar es el único albergue que ellos tienen, y la vida presente y futura de ellos será una copia exacta de lo que es el hogar suyo.
Invitemos a Cristo, queridos padres, a ser el Señor de nuestro hogar. Cuando él reina en el hogar, hay serenidad y madurez y juicio y paz. Sólo Cristo produce cordura y armonía. Él quiere salvar nuestro hogar. Permitámosle entrar.
domingo, 16 de octubre de 2011
martes, 13 de septiembre de 2011
EL SUICIDIO NO ES UNA ALTERNATIVA
EL ÚLTIMO SALTO DE TIFFANIE
La muchacha, esbelta, grácil y elegante, saltó del trampolín. Dio tres vueltas en el aire, en forma impecable, y cayó de cabeza en la piscina. Con ese salto magistral ganó el derecho de representar a Inglaterra, su patria, en los juegos olímpicos. ¿Quién era ella? Era Tiffanie Trail, joven de veintidós años de edad.
Lamentablemente Tiffanie no logró su sueño. Una lesión en la muñeca derecha la alejó de las competencias. Decepcionada, se fue a vivir a Sydney, Australia.
Un día, en Sydney, ensayó de nuevo el salto. Pero no lo hizo desde el trampolín de una piscina. Lo hizo desde el balcón de su apartamento, en el piso 23 de un rascacielos, a 69 metros de altura. La joven deportista, con una brillante carrera por delante, murió abrumada de tristeza.
¿Cuál será la decepción que tanto deprime a una persona que decide quitarse su propia vida? En el caso de Tiffanie fue, primero, el divorcio de sus padres. Esto la dejó devastada. Después fue la muerte de su novio, que pereció ahogado en el mar. Y finalmente fue la lesión en el brazo, por la que tuvo que abandonar su carrera. Aun cuando no podamos aprobar el suicidio, podemos comprender al suicida. La vida trae, para ciertas personas, tal carga de angustias que a veces, sin querer, tornan sus pensamientos hacia el suicidio.
El filósofo alemán Federico Nietzsche lo expresó así: «El pensamiento de suicidio es una gran fuente de consuelo con el que podemos pasar en calma toda una noche.» Es de notarse que Nietzsche murió severamente enajenado. Su ideología existencialista fue insuficiente para sostenerlo en el momento de su angustia. El suicidio es un consuelo magro, sin esperanza, sin expectativa y sin destino, que nada bueno puede traer.
Cuando las cargas de la vida se acumulan, cuando los dolores se vuelven insoportables, cuando, como dijo el poeta, «sólo abrojos nuestra planta pisa,» no es en el suicidio que debemos pensar. Debemos pensar en Aquel que es fuente de vida, de fortaleza, de consuelo y de paz.
Habrá quien diga: «Aun Dios me ha fallado.» Pero lo dice porque nunca ha buscado realmente a Dios. Cristo, el Hijo de Dios, Dios hecho carne, es nuestra esperanza segura. Clamemos a Él desde el fondo de nuestra angustia. Jesucristo escucha nuestro clamor aun antes que sale de nuestra boca. No cedamos al suicidio. Sometámonos más bien a la voluntad de Dios. En Él hay paz, serenidad y concordia. En Él hay esperanza. En Él hay vida. Él, y no el suicidio, es nuestra única seguridad.
La muchacha, esbelta, grácil y elegante, saltó del trampolín. Dio tres vueltas en el aire, en forma impecable, y cayó de cabeza en la piscina. Con ese salto magistral ganó el derecho de representar a Inglaterra, su patria, en los juegos olímpicos. ¿Quién era ella? Era Tiffanie Trail, joven de veintidós años de edad.
Lamentablemente Tiffanie no logró su sueño. Una lesión en la muñeca derecha la alejó de las competencias. Decepcionada, se fue a vivir a Sydney, Australia.
Un día, en Sydney, ensayó de nuevo el salto. Pero no lo hizo desde el trampolín de una piscina. Lo hizo desde el balcón de su apartamento, en el piso 23 de un rascacielos, a 69 metros de altura. La joven deportista, con una brillante carrera por delante, murió abrumada de tristeza.
¿Cuál será la decepción que tanto deprime a una persona que decide quitarse su propia vida? En el caso de Tiffanie fue, primero, el divorcio de sus padres. Esto la dejó devastada. Después fue la muerte de su novio, que pereció ahogado en el mar. Y finalmente fue la lesión en el brazo, por la que tuvo que abandonar su carrera. Aun cuando no podamos aprobar el suicidio, podemos comprender al suicida. La vida trae, para ciertas personas, tal carga de angustias que a veces, sin querer, tornan sus pensamientos hacia el suicidio.
El filósofo alemán Federico Nietzsche lo expresó así: «El pensamiento de suicidio es una gran fuente de consuelo con el que podemos pasar en calma toda una noche.» Es de notarse que Nietzsche murió severamente enajenado. Su ideología existencialista fue insuficiente para sostenerlo en el momento de su angustia. El suicidio es un consuelo magro, sin esperanza, sin expectativa y sin destino, que nada bueno puede traer.
Cuando las cargas de la vida se acumulan, cuando los dolores se vuelven insoportables, cuando, como dijo el poeta, «sólo abrojos nuestra planta pisa,» no es en el suicidio que debemos pensar. Debemos pensar en Aquel que es fuente de vida, de fortaleza, de consuelo y de paz.
Habrá quien diga: «Aun Dios me ha fallado.» Pero lo dice porque nunca ha buscado realmente a Dios. Cristo, el Hijo de Dios, Dios hecho carne, es nuestra esperanza segura. Clamemos a Él desde el fondo de nuestra angustia. Jesucristo escucha nuestro clamor aun antes que sale de nuestra boca. No cedamos al suicidio. Sometámonos más bien a la voluntad de Dios. En Él hay paz, serenidad y concordia. En Él hay esperanza. En Él hay vida. Él, y no el suicidio, es nuestra única seguridad.
viernes, 2 de septiembre de 2011
CUANDO SE HA ESFUMADO TODA ESPERANZA, CRISTO ES LA RESPUESTA
CUANDO SE HA ESFUMADO TODA ESPERANZA
Los síntomas eran los clásicos: sudores nocturnos, escalofríos, decaimiento, tos seca, y filamentos de sangre en la saliva. Orlando Vásquez, joven de treinta y dos años de edad, de Córdoba, Argentina, no sabía qué enfermedad tenía.
Lo cierto es que Orlando sufría la enfermedad que había sido mortal en las primeras décadas del siglo veinte y que se creía que ya había sido erradicada. Su médico, el doctor Ramírez, tuvo que declararle a Orlando la triste verdad: «Usted, señor, tiene tuberculosis.» Pero en el caso de Orlando el diagnóstico era fatal, porque la enfermedad había reaparecido acompañada de una terrible hermana: el SIDA.
Vivimos en un mundo cuya atmósfera está llena de gérmenes y virus. Si no es la influenza que nos debilita, es algún tumor que amenaza ser canceroso. Para Orlando Vásquez fue esa combinación ominosa y mortal de tuberculosis y SIDA. Así es esta vida.
¿Qué hace una persona cuando el último recurso se le ha esfumado? Si es impetuosa y emocional, podría hasta enloquecerse. Si es una persona pragmática, que todo lo analiza, podría volverse escéptica e indiferente. ¿Qué esperanza tiene el ser humano ante los golpes irreversibles de la vida?
Si no hemos experimentado la pérdida de la última gota de esperanza, lo más probable es que ni siquiera se nos ha ocurrido estudiar cómo reaccionaríamos ante una desgracia así. Pero ninguno de nosotros sabe cuándo podrá caer víctima de alguna calamidad. ¿Habrá alguna preparación para las fatalidades de la vida?
Sí la hay. Cuando sabemos que esta vida aquí en la tierra es sólo una pequeñísima parte de la existencia y que nos pertenece toda la eternidad que nos espera, las cosas de este mundo pierden su trascendencia. La dicha se vuelve relativa, y la amargura, inconsecuente. Sabemos que este mundo no es nuestro hogar. Estamos aquí sólo de paso.
Ese conocimiento produce tanta paz que soñamos acerca del día en que estaremos para siempre con el Señor, libres de esta atadura terrestre.
¿Cómo podemos tener esa esperanza? Jesucristo dijo: «Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16). Los que le hemos pedido a Cristo que sea Señor y Dueño de nuestra vida tenemos, ya, asegurado el cielo. Hagamos de Cristo el Señor de nuestra vida, y la seguridad de la gloria eterna será nuestra.
Los síntomas eran los clásicos: sudores nocturnos, escalofríos, decaimiento, tos seca, y filamentos de sangre en la saliva. Orlando Vásquez, joven de treinta y dos años de edad, de Córdoba, Argentina, no sabía qué enfermedad tenía.
Lo cierto es que Orlando sufría la enfermedad que había sido mortal en las primeras décadas del siglo veinte y que se creía que ya había sido erradicada. Su médico, el doctor Ramírez, tuvo que declararle a Orlando la triste verdad: «Usted, señor, tiene tuberculosis.» Pero en el caso de Orlando el diagnóstico era fatal, porque la enfermedad había reaparecido acompañada de una terrible hermana: el SIDA.
Vivimos en un mundo cuya atmósfera está llena de gérmenes y virus. Si no es la influenza que nos debilita, es algún tumor que amenaza ser canceroso. Para Orlando Vásquez fue esa combinación ominosa y mortal de tuberculosis y SIDA. Así es esta vida.
¿Qué hace una persona cuando el último recurso se le ha esfumado? Si es impetuosa y emocional, podría hasta enloquecerse. Si es una persona pragmática, que todo lo analiza, podría volverse escéptica e indiferente. ¿Qué esperanza tiene el ser humano ante los golpes irreversibles de la vida?
Si no hemos experimentado la pérdida de la última gota de esperanza, lo más probable es que ni siquiera se nos ha ocurrido estudiar cómo reaccionaríamos ante una desgracia así. Pero ninguno de nosotros sabe cuándo podrá caer víctima de alguna calamidad. ¿Habrá alguna preparación para las fatalidades de la vida?
Sí la hay. Cuando sabemos que esta vida aquí en la tierra es sólo una pequeñísima parte de la existencia y que nos pertenece toda la eternidad que nos espera, las cosas de este mundo pierden su trascendencia. La dicha se vuelve relativa, y la amargura, inconsecuente. Sabemos que este mundo no es nuestro hogar. Estamos aquí sólo de paso.
Ese conocimiento produce tanta paz que soñamos acerca del día en que estaremos para siempre con el Señor, libres de esta atadura terrestre.
¿Cómo podemos tener esa esperanza? Jesucristo dijo: «Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16). Los que le hemos pedido a Cristo que sea Señor y Dueño de nuestra vida tenemos, ya, asegurado el cielo. Hagamos de Cristo el Señor de nuestra vida, y la seguridad de la gloria eterna será nuestra.
lunes, 22 de agosto de 2011
EL HUMO QUE NOS MATA
EL CENICERO MÁS GRANDE DEL MUNDO
Fue un día especial para la ciudad de Houston, Texas. No era un día de nieve ni de ciclón. No había campeonato de béisbol ni concierto de la orquesta sinfónica. Ese día, en un negocio de la ciudad, se instalaría el cenicero más grande del mundo.
En un receptáculo especial, miles de hombres y mujeres comenzaron a arrojar colillas de cigarrillos. Era una manera de protestar contra el abuso del tabaco, y una forma de evidenciar su propia decisión personal de no volver a fumar.
Miles de colillas, hasta llegar a pesar 300 kilogramos, llenaron el cenicero más grande del planeta. ¡Qué buena la decisión de estos habitantes de Houston!
Dejar de fumar, y dejarlo para siempre, es una de las mejores resoluciones que pueden hacerse, ya sea en Año Nuevo o en mitad de año, o en cualquier día del calendario. Porque el humo del tabaco es, en el mejor de los casos, totalmente inútil, y en el peor de los casos, nocivo tanto para el organismo del que lo fuma como para el inocente que se ve obligado a aspirarlo por la inconsciencia del fumador que está a su lado. El humo del tabaco es pestilente, maloliente, deprimente y repelente, además de no dejar célula del cuerpo sin estropear. Bueno sería que en cada ciudad del mundo comenzaran a poner ceniceros gigantes, y que se organizara un campeonato mundial para ver quién hiciera el más grande.
Después de hacer campeonato de ceniceros de cigarrillos, podrían hacerse campeonatos de otras clases de vicios de la humanidad que igualmente la dañan, estropean y arruinan. Por ejemplo, podría haber, en todas partes del mundo, campeonatos de tanques de licores, adonde cada persona adicta al licor fuera a vaciar sus botellas; campeonatos de resumideros de drogas y de marihuana; campeonatos de cualquier otra cosa que se bebe, se come, se huele, se aspira o se inyecta, y que perturba, daña, enferma, crea adicción y mata a ese ser que no vive bajo la protección de un Creador sabio y amoroso, sano, perfecto, inocente y limpio; y campeonatos de los despojos mortales de todo lo que ensucia y envilece el alma, tal como el odio, la violencia, la mentira, la lujuria, la inmoralidad, la crueldad y la vanidad.
Sin embargo, estos campeonatos no son más que una ilusión. Lo que sí puede ser realidad es la decisión de cada uno, una decisión muy personal, de despojarse de todo lo que es malo, y de pedirle a Cristo que sea su Señor y su Salvador.
Fue un día especial para la ciudad de Houston, Texas. No era un día de nieve ni de ciclón. No había campeonato de béisbol ni concierto de la orquesta sinfónica. Ese día, en un negocio de la ciudad, se instalaría el cenicero más grande del mundo.
En un receptáculo especial, miles de hombres y mujeres comenzaron a arrojar colillas de cigarrillos. Era una manera de protestar contra el abuso del tabaco, y una forma de evidenciar su propia decisión personal de no volver a fumar.
Miles de colillas, hasta llegar a pesar 300 kilogramos, llenaron el cenicero más grande del planeta. ¡Qué buena la decisión de estos habitantes de Houston!
Dejar de fumar, y dejarlo para siempre, es una de las mejores resoluciones que pueden hacerse, ya sea en Año Nuevo o en mitad de año, o en cualquier día del calendario. Porque el humo del tabaco es, en el mejor de los casos, totalmente inútil, y en el peor de los casos, nocivo tanto para el organismo del que lo fuma como para el inocente que se ve obligado a aspirarlo por la inconsciencia del fumador que está a su lado. El humo del tabaco es pestilente, maloliente, deprimente y repelente, además de no dejar célula del cuerpo sin estropear. Bueno sería que en cada ciudad del mundo comenzaran a poner ceniceros gigantes, y que se organizara un campeonato mundial para ver quién hiciera el más grande.
Después de hacer campeonato de ceniceros de cigarrillos, podrían hacerse campeonatos de otras clases de vicios de la humanidad que igualmente la dañan, estropean y arruinan. Por ejemplo, podría haber, en todas partes del mundo, campeonatos de tanques de licores, adonde cada persona adicta al licor fuera a vaciar sus botellas; campeonatos de resumideros de drogas y de marihuana; campeonatos de cualquier otra cosa que se bebe, se come, se huele, se aspira o se inyecta, y que perturba, daña, enferma, crea adicción y mata a ese ser que no vive bajo la protección de un Creador sabio y amoroso, sano, perfecto, inocente y limpio; y campeonatos de los despojos mortales de todo lo que ensucia y envilece el alma, tal como el odio, la violencia, la mentira, la lujuria, la inmoralidad, la crueldad y la vanidad.
Sin embargo, estos campeonatos no son más que una ilusión. Lo que sí puede ser realidad es la decisión de cada uno, una decisión muy personal, de despojarse de todo lo que es malo, y de pedirle a Cristo que sea su Señor y su Salvador.
martes, 2 de agosto de 2011
LA FURIA NOS LLEVA A LA LOCURA
LA FURIA
El día se presentaba caluroso y húmedo en Miami, Florida. Era uno de esos días en que la temperatura y la humedad ejercen sobre el ánimo de las personas una influencia nociva. Bob Moore, propietario de una ferretería, estaba atendiendo a sus clientes, tratando de no sudar demasiado.
De pronto se abrió la puerta y entró un hombre. Tenía la mirada extraviada, el rostro congestionado, la camisa abierta y, lo más terrible, un arma automática en la mano. Abrió fuego contra el público, y mató a seis personas.
Después huyó. Montó en una bicicleta y siguió disparando su arma, hiriendo a otras tres personas. Al pasar un semáforo en rojo, lo atropelló un automóvil, y el hombre murió allí mismo, todavía empuñando el arma. «Furia» fue la única palabra que emplearon los diarios para dar la noticia del caso.
He aquí un verdadero caso de furia insana, de furia violenta, destructiva. Furia homicida, furia infernal, furia volcánica, furia que no se aplaca sino hasta después de haber provocado todo el daño posible.
¿Qué es la furia? «La ira es una locura breve», afirmaban los antiguos griegos. «La furia es un estallido nervioso que ocurre cuando se ha soportado mucho tiempo una situación ofensiva, humillante o atemorizante», definen los psicólogos.
La Biblia atribuye la ira y la furia a la acción del diablo, pero también al corazón que no se somete a Dios. Y la furia sólo de vez en cuando toma esas dimensiones trágicas del suceso de Miami. A veces la furia es silenciosa, pero mata el compañerismo y nubla el goce de las relaciones humanas.
Tenemos, por ejemplo, el enojo severo y profundo que suele producirse entre marido y mujer. Quizá nunca llegue a estallar en furia, pero destruye igualmente la armonía y la felicidad. Porque cuando hay enojo, no hay palabras, no hay sonrisas, no hay felicidad.
La Biblia dice: «Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto conduce al mal. Porque los impíos serán exterminados, pero los que esperan en el Señor heredarán la tierra» (Salmos 37:8-9).
Nada mejor, para verse libre de esta breve locura destructiva, que entregar el corazón y la voluntad a Cristo. Porque sólo Él tiene paz, calma y justicia abundantes para darnos.
El día se presentaba caluroso y húmedo en Miami, Florida. Era uno de esos días en que la temperatura y la humedad ejercen sobre el ánimo de las personas una influencia nociva. Bob Moore, propietario de una ferretería, estaba atendiendo a sus clientes, tratando de no sudar demasiado.
De pronto se abrió la puerta y entró un hombre. Tenía la mirada extraviada, el rostro congestionado, la camisa abierta y, lo más terrible, un arma automática en la mano. Abrió fuego contra el público, y mató a seis personas.
Después huyó. Montó en una bicicleta y siguió disparando su arma, hiriendo a otras tres personas. Al pasar un semáforo en rojo, lo atropelló un automóvil, y el hombre murió allí mismo, todavía empuñando el arma. «Furia» fue la única palabra que emplearon los diarios para dar la noticia del caso.
He aquí un verdadero caso de furia insana, de furia violenta, destructiva. Furia homicida, furia infernal, furia volcánica, furia que no se aplaca sino hasta después de haber provocado todo el daño posible.
¿Qué es la furia? «La ira es una locura breve», afirmaban los antiguos griegos. «La furia es un estallido nervioso que ocurre cuando se ha soportado mucho tiempo una situación ofensiva, humillante o atemorizante», definen los psicólogos.
La Biblia atribuye la ira y la furia a la acción del diablo, pero también al corazón que no se somete a Dios. Y la furia sólo de vez en cuando toma esas dimensiones trágicas del suceso de Miami. A veces la furia es silenciosa, pero mata el compañerismo y nubla el goce de las relaciones humanas.
Tenemos, por ejemplo, el enojo severo y profundo que suele producirse entre marido y mujer. Quizá nunca llegue a estallar en furia, pero destruye igualmente la armonía y la felicidad. Porque cuando hay enojo, no hay palabras, no hay sonrisas, no hay felicidad.
La Biblia dice: «Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto conduce al mal. Porque los impíos serán exterminados, pero los que esperan en el Señor heredarán la tierra» (Salmos 37:8-9).
Nada mejor, para verse libre de esta breve locura destructiva, que entregar el corazón y la voluntad a Cristo. Porque sólo Él tiene paz, calma y justicia abundantes para darnos.
jueves, 21 de julio de 2011
¿ COMO LOGRAR QUE LOS JOVENES TRABAJEN ?
Cómo lograr que los jóvenes trabajen
La generación “nini” es aquella que se caracteriza por cobijar jóvenes entre 18 y 22 años que ni estudian ni trabajan. “Están sumidos en una dejadez total. En general corresponden a una clase media alta y no sienten la necesidad ni la presión por no saber qué comerán en el minuto siguiente. Eso sí, la ansiedad y angustia que les genera esta situación es cada vez más grave, llegando muchas veces a la depresión y al suicidio”, sostiene el psicólogo argentino Roberto Chevalié.
Características de los jóvenes que no trabajan
· No tienen ideales
· No saben qué hacer en el minuto inmediato de sus vidas
· No sienten inquietud por ninguna profesión
· Saben que la situación social y laboral es compleja y no hacen el esfuerzo por intentar cambiar o mejorar la realidad cercana
· Son extremadamente pesimistas
A estas condiciones hay que sumarle los ya clásicos pensamientos que suele tener un adolescente en estado de rebeldía:
· Piensan que los padres son los enemigos
· Sienten que no los entienden
· Asumen que los adultos solamente quieren manejarles la vida
· Se quejan por sentirse solos, pero no dejan que nadie se les acerque ni brinde ayuda.
· Solamente tienen contestaciones y actitudes agresivas. Están siempre a la defensiva y son víctimas de todos y todo.
Qué hacer para ayudar a los jóvenes a trabajar
· Lo primero que los adultos, padres, profesores o amigos deben entender es que “a ningún joven le gusta ser agresivo ni que le vaya mal en todo. No creo ni por experiencia ni como padre que a los jóvenes o adolescentes les gratifique el no saber qué hacer con sus vidas ni de qué trabajar. Cada uno tiene que encontrar su camino. Los adultos sirven de guía, para transmitir consejos porque ya han pasado por una etapa en donde reinaba el caos, pero ellos solos deben descubrir qué necesitan y de qué manera lo requieren. De nada sirve amenazarlos, encerrarlos u obligarlos”, comenta el especialista.
· En la actualidad, los jóvenes permanecen hasta muy mayores en la casa de los padres. “Los hijos de treinta años siguen viviendo en casa y es complejo hacer que se asuman responsabilidades cuando los roles siguen siendo los mismos que cuando los hijos eran pequeños. Al no sentir la presión ni necesidad por trabajar es complejo que lo hagan por instinto o con naturalidad. Hay muchos que sí lo hacen, pero eso tiene que ver con algo que estos jóvenes no están teniendo y es un claro panorama de lo que quieren de sus vidas”, reflexiona el profesional.
· Hay que impulsarlos a que salgan a buscar un empleo. “Si no tienen claro qué tipo de trabajo quieren, hay que hacer que no importa la tarea que desarrollen, pero que la busquen para que así sepan qué significa ganar el propio dinero. Llegará un momento en que se independizarán. Todos lo hacen y si no les nace de adentro hay que lanzarlos a que lo busquen”, expresa Chevalié.
· No hay nada más desesperante y desilusionante para un padre que ver a su hijo sin rumbo. “Consultar con un terapeuta que pueda ayudar en esta etapa, ya que a veces los jóvenes no se caracterizan por ser dóciles o fáciles de comprender. Siempre es mejor una consulta a tiempo que perder el tiempo y correr el riesgo de que nuestro hijo se pierda definitivamente”, recomienda el psicólogo
No esperes que la suerte golpee a tu puerta y diga: “Tengo un trabajo para ofrecerte; uno que te hará sentir feliz y completo”. Tú puedes (y debes) organizar el futuro de tu carrera profesional. Este curso gratis de Planificación de tu Carrera Profesional te ayudará a lograrlo.
La generación “nini” es aquella que se caracteriza por cobijar jóvenes entre 18 y 22 años que ni estudian ni trabajan. “Están sumidos en una dejadez total. En general corresponden a una clase media alta y no sienten la necesidad ni la presión por no saber qué comerán en el minuto siguiente. Eso sí, la ansiedad y angustia que les genera esta situación es cada vez más grave, llegando muchas veces a la depresión y al suicidio”, sostiene el psicólogo argentino Roberto Chevalié.
Características de los jóvenes que no trabajan
· No tienen ideales
· No saben qué hacer en el minuto inmediato de sus vidas
· No sienten inquietud por ninguna profesión
· Saben que la situación social y laboral es compleja y no hacen el esfuerzo por intentar cambiar o mejorar la realidad cercana
· Son extremadamente pesimistas
A estas condiciones hay que sumarle los ya clásicos pensamientos que suele tener un adolescente en estado de rebeldía:
· Piensan que los padres son los enemigos
· Sienten que no los entienden
· Asumen que los adultos solamente quieren manejarles la vida
· Se quejan por sentirse solos, pero no dejan que nadie se les acerque ni brinde ayuda.
· Solamente tienen contestaciones y actitudes agresivas. Están siempre a la defensiva y son víctimas de todos y todo.
Qué hacer para ayudar a los jóvenes a trabajar
· Lo primero que los adultos, padres, profesores o amigos deben entender es que “a ningún joven le gusta ser agresivo ni que le vaya mal en todo. No creo ni por experiencia ni como padre que a los jóvenes o adolescentes les gratifique el no saber qué hacer con sus vidas ni de qué trabajar. Cada uno tiene que encontrar su camino. Los adultos sirven de guía, para transmitir consejos porque ya han pasado por una etapa en donde reinaba el caos, pero ellos solos deben descubrir qué necesitan y de qué manera lo requieren. De nada sirve amenazarlos, encerrarlos u obligarlos”, comenta el especialista.
· En la actualidad, los jóvenes permanecen hasta muy mayores en la casa de los padres. “Los hijos de treinta años siguen viviendo en casa y es complejo hacer que se asuman responsabilidades cuando los roles siguen siendo los mismos que cuando los hijos eran pequeños. Al no sentir la presión ni necesidad por trabajar es complejo que lo hagan por instinto o con naturalidad. Hay muchos que sí lo hacen, pero eso tiene que ver con algo que estos jóvenes no están teniendo y es un claro panorama de lo que quieren de sus vidas”, reflexiona el profesional.
· Hay que impulsarlos a que salgan a buscar un empleo. “Si no tienen claro qué tipo de trabajo quieren, hay que hacer que no importa la tarea que desarrollen, pero que la busquen para que así sepan qué significa ganar el propio dinero. Llegará un momento en que se independizarán. Todos lo hacen y si no les nace de adentro hay que lanzarlos a que lo busquen”, expresa Chevalié.
· No hay nada más desesperante y desilusionante para un padre que ver a su hijo sin rumbo. “Consultar con un terapeuta que pueda ayudar en esta etapa, ya que a veces los jóvenes no se caracterizan por ser dóciles o fáciles de comprender. Siempre es mejor una consulta a tiempo que perder el tiempo y correr el riesgo de que nuestro hijo se pierda definitivamente”, recomienda el psicólogo
No esperes que la suerte golpee a tu puerta y diga: “Tengo un trabajo para ofrecerte; uno que te hará sentir feliz y completo”. Tú puedes (y debes) organizar el futuro de tu carrera profesional. Este curso gratis de Planificación de tu Carrera Profesional te ayudará a lograrlo.
martes, 19 de julio de 2011
LA VIOLENTA MUERTE DE COAZINHO
VIOLENCIA EN LA CIUDAD
LA VIOLENTA MUERTE DE COAZINHO
Una multitud encolerizada, con furia compuesta de frustración, abandono, pobreza y ansias de desquite, perseguía a Coazinho. Coazinho, muchacho de diecisiete años, de los arrabales de Río de Janeiro, a su vez corría procurando salvar su vida. Pero lo alcanzaron.
La turba furiosa lo ató a un árbol, le clavó dos hierros en el vientre, puso un cartucho de dinamita entre los hierros y prendió fuego a la mecha. Así fue como Coazinho, apenas un muchachón con historia de robos, asaltos, muertes y violaciones, murió de un modo violento. Esa es una de las muertes más violentas que le puede ocurrir a un hombre: morir dinamitado.
He aquí una historia triste, producida por una sociedad triste, en medio de una época y mundo que poco sabe de alegrías. Coazinho, cuyo verdadero nombre se desconoce, nació y fue criado en medio de la misma violencia que lo mató.
Hijo de una mujer de mala vida que lo dio a luz en un prostíbulo, Coazinho no conoció padre, ni madre, ni hogar, ni escuela ni iglesia. Se crió como pudo, recibiendo golpes, insultos, malos tratos y desprecios. No conoció más escuela que la calle, más iglesia que la taberna, más hogar que el orfanato.
No bien había llegado a la adolescencia cuando salió a vivir por su cuenta. Y vivió rodeado de la violencia y el delito, sumido en la furia y el resentimiento. Falto de educación formal y moral, los bajos instintos del hombre hicieron presa permanente de él.
Un día en que le robó la cartera a un hombre, colmó la copa de sus maldades, según juzgaron los vecinos. Así que lo persiguieron, lo alcanzaron, lo ataron a un árbol y lo dinamitaron por la mitad. A juicio de ellos, una vida que nunca había conocido más que la violencia debía terminar en forma violenta.
Es fácil comentar el caso y emitir palabras cargadas de sentimiento. ¡Pobre Coazinho! ¿Por qué tuvo que terminar de ese modo? Si hubiera sido hijo de la mayoría de nosotros, habría sido otro su destino.
La violencia que tanto perjudica a los niños y a los adolescentes no se encuentra sólo en las calles, en las tabernas, en las casas de vicio. Puede hallarse también en hogares respetables. Por eso mismo nos conviene invitar a Cristo a vivir en nuestro hogar hoy mismo. Porque sólo Cristo puede librarnos de la violencia que marca a los Coazinhos.
LA VIOLENTA MUERTE DE COAZINHO
Una multitud encolerizada, con furia compuesta de frustración, abandono, pobreza y ansias de desquite, perseguía a Coazinho. Coazinho, muchacho de diecisiete años, de los arrabales de Río de Janeiro, a su vez corría procurando salvar su vida. Pero lo alcanzaron.
La turba furiosa lo ató a un árbol, le clavó dos hierros en el vientre, puso un cartucho de dinamita entre los hierros y prendió fuego a la mecha. Así fue como Coazinho, apenas un muchachón con historia de robos, asaltos, muertes y violaciones, murió de un modo violento. Esa es una de las muertes más violentas que le puede ocurrir a un hombre: morir dinamitado.
He aquí una historia triste, producida por una sociedad triste, en medio de una época y mundo que poco sabe de alegrías. Coazinho, cuyo verdadero nombre se desconoce, nació y fue criado en medio de la misma violencia que lo mató.
Hijo de una mujer de mala vida que lo dio a luz en un prostíbulo, Coazinho no conoció padre, ni madre, ni hogar, ni escuela ni iglesia. Se crió como pudo, recibiendo golpes, insultos, malos tratos y desprecios. No conoció más escuela que la calle, más iglesia que la taberna, más hogar que el orfanato.
No bien había llegado a la adolescencia cuando salió a vivir por su cuenta. Y vivió rodeado de la violencia y el delito, sumido en la furia y el resentimiento. Falto de educación formal y moral, los bajos instintos del hombre hicieron presa permanente de él.
Un día en que le robó la cartera a un hombre, colmó la copa de sus maldades, según juzgaron los vecinos. Así que lo persiguieron, lo alcanzaron, lo ataron a un árbol y lo dinamitaron por la mitad. A juicio de ellos, una vida que nunca había conocido más que la violencia debía terminar en forma violenta.
Es fácil comentar el caso y emitir palabras cargadas de sentimiento. ¡Pobre Coazinho! ¿Por qué tuvo que terminar de ese modo? Si hubiera sido hijo de la mayoría de nosotros, habría sido otro su destino.
La violencia que tanto perjudica a los niños y a los adolescentes no se encuentra sólo en las calles, en las tabernas, en las casas de vicio. Puede hallarse también en hogares respetables. Por eso mismo nos conviene invitar a Cristo a vivir en nuestro hogar hoy mismo. Porque sólo Cristo puede librarnos de la violencia que marca a los Coazinhos.
lunes, 11 de julio de 2011
RED BULL: LA BEBIDA DE LA MUERTE
RED BULL: LA BEBIDA DE LA MUERTE
DEBERIAN ELIMINARLA DEL MUNDO
Mi sobrina en 3 años de Medicina quedó en coma despues de tomar RED BULL.
tres años despues todavia cae en terapia cada año, perdió sus estudios, y la enfermedad se ha confundido con todo: Lupus, Inflamacion de la Meningi, derrames cerebrales, parece que se fuera de este mundo y luego sale a fuerza de medicamentos.
la vida de sus padres es un saco de nervios y problemas.
El cerebro no es un vaso para llenar,sino una lámpara para encender La verdad sobre RED BULL, por favor,leelo
LA VERDAD SOBRE LA BEBIDA RED BULL'
Esta bebida se vende en todos los supermercados de nuestro país. Es de venta libre, está de moda, cualquiera de nosotros la puede
consumir y probarla aunque mas no sea por curiosidad. ... y puede ser mortal
RED BULL fue creado para estimular el cerebro en personas sometidas a un gran esfuerzo físico y nunca para ser consumido como una bebida inocente o refrescante. RED BULL se comercializa a nivel mundial con su slogan: 'Aumenta la resistencia física, agiliza la capacidad de concentración y la velocidad de reaccion, brinda más energía y mejora el estado de ánimo'. Todo eso se puede encontrar en una latita de RED BULL, la bebida energizante del milenio, (según sus codiciosos propietarios).
RED BULL ha logrado llegar a casi 100 paises de todo el mundo. La marca del Toro Rojo tiene como principales consumidores a jovenes y deportistas, dos segmentos atractivos que han sido cautivados por el estimulo que produce la bebida.
HISTORIA: Esta bebida fue creada por Dietrich Mateschitz, un empresario de origen austriaco, quien la descubrió en un viaje de negocios a HONG KONG, cuando trabajaba para una Empresa fabricante de cepillos de dientes.
El líquido - basado en una fórmula que contiene cafeina y taurina - causaba furor en ese país ; entonces pensó en el rotundo éxito que esta bebida tendrìa en Europa, donde todavía no existía este producto, ademas de ver una oportunidad de convertirse en Empresario.
PERO LA VERDAD DE ESTA BEBIDA ES OTRA! En Francia y Dinamarca la acaban de prohibir por ser un coctel de la muerte, debido a sus componentes de vitaminas mezcladas con GLUCURONOLACTONE.
GLUCURONOLACTONE es un químico altamente peligroso, desarrollado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos en los año 60 para estimular la moral de las tropas acantonadas en VIETNAM, el cual actuaba como una droga alucinogena que calmaba el estress de la guerra. Pero sus efectos en el organismo fueron devastadores y fue descontinuada ante el alto indice de casos de migrañas, tumores cerebrales y enfermedades del hígado que mostraron los soldados que lo consumieron. Y a pesar de ello, en la lata de RED BULL se lee en sus componentes: GLUCURONALACTONE, catalogado medicamente como un estimulante. Pero lo que NO DICE la lata de RED BULL, son las consecuencias de su consumo.
ADVERTENCIAS:
1. Es peligroso tomarlo si despues no haces ejercicio físico, ya que su funcion energizante acelera el ritmo cardíaco y te puede ocasionar un INFARTO FULMINANTE.
2. Corres el peligro de sufrir una HEMORRAGIA CEREBRAL, debido a que el RED BULL contiene componentes que diluyen la sangre para que al corazón le cueste menos bombearla, y así poder hacer un esfuerzo físico con menos agotamiento.
3. Está prohibido mezclar el RED BULL con alcohol, porque la mezcla convierte la bebida en una 'bomba mortal' que ATACA DIRECTAMENTE EL HiGADO, provocando que la zona afectada no se regenere nunca más..
4. Uno de los componentes principales del RED BULL es la vitamina B12, utilizada en medicina para recuperar a pacientes que se encuentran en coma etílico (coma producido por consumo de alcohol). Es por ello que al tomarlo se produce la hipertensión y un estado de excitabilidad, como si estuvieras borracho sin haber tomado bebidas alcoholicas.
5. El Consumo regular de RED BULL desencadena la aparición de una serie de enfermedades nerviosas y neuronales irreversibles (no hay recuperación).
CONCLUSIÓN: Es una bebida que deberia prohibirse en el mundo entero. Venezuela, Republica Dominicana, Puerto Rico y otros paises del Caribe están
alertando a otras naciones, ya que la mezcla de esta bebida con alcohol crea una bomba de tiempo para el cuerpo humano, principalmente entre los adolescentes y adultos ignorantes por su poca experiencia.
Esta bebida se vende en supermercados y comercios del país y cualquiera de nosotros nuestros amigos o nuestros hijos la pueden consumir
para probarla...atraidos por la publicidad, puede ser MORTAL.
DEBERIAN ELIMINARLA DEL MUNDO
Mi sobrina en 3 años de Medicina quedó en coma despues de tomar RED BULL.
tres años despues todavia cae en terapia cada año, perdió sus estudios, y la enfermedad se ha confundido con todo: Lupus, Inflamacion de la Meningi, derrames cerebrales, parece que se fuera de este mundo y luego sale a fuerza de medicamentos.
la vida de sus padres es un saco de nervios y problemas.
El cerebro no es un vaso para llenar,sino una lámpara para encender La verdad sobre RED BULL, por favor,leelo
LA VERDAD SOBRE LA BEBIDA RED BULL'
Esta bebida se vende en todos los supermercados de nuestro país. Es de venta libre, está de moda, cualquiera de nosotros la puede
consumir y probarla aunque mas no sea por curiosidad. ... y puede ser mortal
RED BULL fue creado para estimular el cerebro en personas sometidas a un gran esfuerzo físico y nunca para ser consumido como una bebida inocente o refrescante. RED BULL se comercializa a nivel mundial con su slogan: 'Aumenta la resistencia física, agiliza la capacidad de concentración y la velocidad de reaccion, brinda más energía y mejora el estado de ánimo'. Todo eso se puede encontrar en una latita de RED BULL, la bebida energizante del milenio, (según sus codiciosos propietarios).
RED BULL ha logrado llegar a casi 100 paises de todo el mundo. La marca del Toro Rojo tiene como principales consumidores a jovenes y deportistas, dos segmentos atractivos que han sido cautivados por el estimulo que produce la bebida.
HISTORIA: Esta bebida fue creada por Dietrich Mateschitz, un empresario de origen austriaco, quien la descubrió en un viaje de negocios a HONG KONG, cuando trabajaba para una Empresa fabricante de cepillos de dientes.
El líquido - basado en una fórmula que contiene cafeina y taurina - causaba furor en ese país ; entonces pensó en el rotundo éxito que esta bebida tendrìa en Europa, donde todavía no existía este producto, ademas de ver una oportunidad de convertirse en Empresario.
PERO LA VERDAD DE ESTA BEBIDA ES OTRA! En Francia y Dinamarca la acaban de prohibir por ser un coctel de la muerte, debido a sus componentes de vitaminas mezcladas con GLUCURONOLACTONE.
GLUCURONOLACTONE es un químico altamente peligroso, desarrollado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos en los año 60 para estimular la moral de las tropas acantonadas en VIETNAM, el cual actuaba como una droga alucinogena que calmaba el estress de la guerra. Pero sus efectos en el organismo fueron devastadores y fue descontinuada ante el alto indice de casos de migrañas, tumores cerebrales y enfermedades del hígado que mostraron los soldados que lo consumieron. Y a pesar de ello, en la lata de RED BULL se lee en sus componentes: GLUCURONALACTONE, catalogado medicamente como un estimulante. Pero lo que NO DICE la lata de RED BULL, son las consecuencias de su consumo.
ADVERTENCIAS:
1. Es peligroso tomarlo si despues no haces ejercicio físico, ya que su funcion energizante acelera el ritmo cardíaco y te puede ocasionar un INFARTO FULMINANTE.
2. Corres el peligro de sufrir una HEMORRAGIA CEREBRAL, debido a que el RED BULL contiene componentes que diluyen la sangre para que al corazón le cueste menos bombearla, y así poder hacer un esfuerzo físico con menos agotamiento.
3. Está prohibido mezclar el RED BULL con alcohol, porque la mezcla convierte la bebida en una 'bomba mortal' que ATACA DIRECTAMENTE EL HiGADO, provocando que la zona afectada no se regenere nunca más..
4. Uno de los componentes principales del RED BULL es la vitamina B12, utilizada en medicina para recuperar a pacientes que se encuentran en coma etílico (coma producido por consumo de alcohol). Es por ello que al tomarlo se produce la hipertensión y un estado de excitabilidad, como si estuvieras borracho sin haber tomado bebidas alcoholicas.
5. El Consumo regular de RED BULL desencadena la aparición de una serie de enfermedades nerviosas y neuronales irreversibles (no hay recuperación).
CONCLUSIÓN: Es una bebida que deberia prohibirse en el mundo entero. Venezuela, Republica Dominicana, Puerto Rico y otros paises del Caribe están
alertando a otras naciones, ya que la mezcla de esta bebida con alcohol crea una bomba de tiempo para el cuerpo humano, principalmente entre los adolescentes y adultos ignorantes por su poca experiencia.
Esta bebida se vende en supermercados y comercios del país y cualquiera de nosotros nuestros amigos o nuestros hijos la pueden consumir
para probarla...atraidos por la publicidad, puede ser MORTAL.
sábado, 23 de abril de 2011
viernes, 22 de abril de 2011
lunes, 17 de enero de 2011
LA SOLUCION AL VICIO
Si está cansado de vivir como esclavo del vicio y de la violencia que a veces lo acompaña, Cristo está dispuesto a ayudarle. Él sólo espera a que usted lo llame.
La salvación se puede recibir a cualquier hora y en cualquier lugar. Ahora mismo, si usted lo desea, puede hacerlo mediante una oración en la que emplea la fe que Dios ya le ha dado. Al orar, tome los siguientes pasos:
1. Reconozca que es pecador (confesión de pecados)
2. Pídale perdón a Dios por haberlo ofendido (arrepentimiento)
3. Declare con sus labios que Cristo es el Hijo de Dios que murió y resucitó al tercer día para salvarnos (profesión de fe para salvación)
4. Entréguele el control de su vida a Cristo (compromiso personal de vivir para Cristo)
Al hacer las paces con Dios y recibir a Cristo como su Salvador, las demás dificultades se solucionarán más fácilmente porque Dios le va a cambiar completamente. La Biblia dice que el creyente en Cristo deja de ser el mismo de antes y se convierte en una persona totalmente diferente. Disfruta de una paz profunda y comienza a amar a otros y a aceptarse a sí mismo. ¡Y surge una nueva vida! «Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!» (2 Corintios 5:17).
Si usted hizo esta oración, ¡felicitaciones y bienvenido a la familia de Dios! Si aún no la ha hecho, tenga por seguro que Dios seguirá poniendo de su parte para atraerle a la salvación. Hágale caso. La decisión que usted tome afectará su vida por toda la eternidad. «Nosotros, colaboradores de Dios, les rogamos que no reciban su gracia en vano. Porque él dice: "En el momento propicio te escuché, y en el día de salvación te ayudé." Les digo que éste es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!» (2 Corintios 6:1,2).
La salvación se puede recibir a cualquier hora y en cualquier lugar. Ahora mismo, si usted lo desea, puede hacerlo mediante una oración en la que emplea la fe que Dios ya le ha dado. Al orar, tome los siguientes pasos:
1. Reconozca que es pecador (confesión de pecados)
2. Pídale perdón a Dios por haberlo ofendido (arrepentimiento)
3. Declare con sus labios que Cristo es el Hijo de Dios que murió y resucitó al tercer día para salvarnos (profesión de fe para salvación)
4. Entréguele el control de su vida a Cristo (compromiso personal de vivir para Cristo)
Al hacer las paces con Dios y recibir a Cristo como su Salvador, las demás dificultades se solucionarán más fácilmente porque Dios le va a cambiar completamente. La Biblia dice que el creyente en Cristo deja de ser el mismo de antes y se convierte en una persona totalmente diferente. Disfruta de una paz profunda y comienza a amar a otros y a aceptarse a sí mismo. ¡Y surge una nueva vida! «Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!» (2 Corintios 5:17).
Si usted hizo esta oración, ¡felicitaciones y bienvenido a la familia de Dios! Si aún no la ha hecho, tenga por seguro que Dios seguirá poniendo de su parte para atraerle a la salvación. Hágale caso. La decisión que usted tome afectará su vida por toda la eternidad. «Nosotros, colaboradores de Dios, les rogamos que no reciban su gracia en vano. Porque él dice: "En el momento propicio te escuché, y en el día de salvación te ayudé." Les digo que éste es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!» (2 Corintios 6:1,2).
LAS VICTIMAS DEL VICIO
Lamentablemente, con frecuencia el vicio conduce al maltrato físico o verbal de personas inocentes, incluso la familia del vicioso. Es sumamente importante que las personas que padecen de tal maltrato busquen ayuda antes de que suceda una desgracia. Tanto las personas maltratadas como los agresores sufren a raíz de la violencia perpetrada, y por lo tanto todos necesitan buscar ayuda. Sin embargo, cuando los agresores no están dispuestos a buscar la ayuda que necesitan, las víctimas deben alejarse de ellos para estar libres del peligro. Es, desde luego, mucho más factible que reciban la ayuda apropiada si viven en un lugar que tiene recursos dedicados a prestarla. Sin embargo, los que no tengan a su alcance ayuda profesional pueden acudir a una iglesia en busca de ayuda. Dios está en todo lugar; si clamamos a Él, podemos tener la seguridad de que Él vendrá en nuestro auxilio de alguna forma u otra. «Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia» (Salmo 46:1). El Juez de toda la tierra nunca es partidario de la injusticia, tal como el abuso o maltrato de cualquier ser humano creado a su imagen y semejanza. (Génesis 1:26, 27; 9:6; 18:25; 2 Crónicas 19:7).
LA NATURALEZA DEL VICIO
Hay un factor trágico que acarrea la desintegración familiar: el vicio. Ya sea el alcohol, la droga, la adicción sexual o los juegos de azar, el vicio destruye no sólo a la persona a la que tiene esclavizada sino también a las personas que la rodean. En demasiados casos esas personas son su propia familia. Esto se debe a que, como dice el gran proverbista, el vicio domina la mente y el corazón del cautivo, y no le concede el uso de la razón. «No te fijes en lo rojo que es el vino, ni en cómo brilla en la copa, ni en la suavidad con que se desliza; porque acaba mordiendo como serpiente y envenenando como víbora. Tus ojos verán alucinaciones, y tu mente imaginará estupideces. Te parecerá estar durmiendo en alta mar, acostado sobre el mástil mayor. Y dirás: "Me han herido pero no me duele. Me han golpeado, pero no lo siento. ¿Cuándo despertaré de este sueño para ir a buscar otro trago?"» (Proverbios 23:31-35). «También sacerdotes y profetas se tambalean por causa del vino, trastabillan por causa del licor; quedan aturdidos con el vino, tropiezan a causa del licor. Cuando tienen visiones, titubean; cuando toman decisiones, vacilan» (Isaías 28:7).
Sin embargo, cuando se trata de dejar algún vicio, hay algo que debemos comprender. Se libra una lucha constante entre nuestra naturaleza pecaminosa y el Espíritu Santo, porque ambos desean controlarnos. Son como imanes que nos atraen y nos vencen con su fuerza. Todo depende de nuestra proximidad a la una o al otro. Si nos acercamos demasiado a nuestra naturaleza pecaminosa, caemos presa de ella. Así mismo, si nos vamos por el lado del Espíritu, es Él quien nos controla. Por eso debemos acercarnos a la fuerza interna que deseamos seguir, y alejarnos de la otra.
San Pablo lo explica en estos términos: «Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu.... ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes.... Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán» (Romanos 8:5-13).
Los malos hábitos del cuerpo a los que se refiere el apóstol son el vicio. He aquí algunos pasos para obtener la victoria sobre cualquier vicio en su vida, y así vivir:
1. Reconozca que usted está bajo el dominio del vicio.
2. Determine que desea dejarlo y ser libre de su dominio.
3. Aléjese por completo del vicio y todo lo relacionado con él, incluyendo a las personas con las que ha participado de él.
4. Busque ayuda y apoyo moral fuera de su círculo de amistades. Hay lugares con programas especialmente diseñados para ayudarle. Aparte de visitar alguna entidad de asistencia social, asista a una iglesia cristiana evangélica donde pueda contar con el estímulo de la hermandad y los mensajes del pastor para ayudarle a vencer los aparentemente insuperables obstáculos del pecado. Sobre todo, busque la ayuda de Aquel que es más fuerte que cualquier vicio y que con su resurrección venció todo el poder del pecado.
Sin embargo, cuando se trata de dejar algún vicio, hay algo que debemos comprender. Se libra una lucha constante entre nuestra naturaleza pecaminosa y el Espíritu Santo, porque ambos desean controlarnos. Son como imanes que nos atraen y nos vencen con su fuerza. Todo depende de nuestra proximidad a la una o al otro. Si nos acercamos demasiado a nuestra naturaleza pecaminosa, caemos presa de ella. Así mismo, si nos vamos por el lado del Espíritu, es Él quien nos controla. Por eso debemos acercarnos a la fuerza interna que deseamos seguir, y alejarnos de la otra.
San Pablo lo explica en estos términos: «Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu.... ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes.... Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán» (Romanos 8:5-13).
Los malos hábitos del cuerpo a los que se refiere el apóstol son el vicio. He aquí algunos pasos para obtener la victoria sobre cualquier vicio en su vida, y así vivir:
1. Reconozca que usted está bajo el dominio del vicio.
2. Determine que desea dejarlo y ser libre de su dominio.
3. Aléjese por completo del vicio y todo lo relacionado con él, incluyendo a las personas con las que ha participado de él.
4. Busque ayuda y apoyo moral fuera de su círculo de amistades. Hay lugares con programas especialmente diseñados para ayudarle. Aparte de visitar alguna entidad de asistencia social, asista a una iglesia cristiana evangélica donde pueda contar con el estímulo de la hermandad y los mensajes del pastor para ayudarle a vencer los aparentemente insuperables obstáculos del pecado. Sobre todo, busque la ayuda de Aquel que es más fuerte que cualquier vicio y que con su resurrección venció todo el poder del pecado.
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